Unos cuerpos / Ruth Miguel Franco
Palma: Sloper, 2018
Propone Ruth Miguel una lectura
difícil en la que hay que llegar al final para querer volver al inicio. Su libro
Unos cuerpos está formado por una
serie de siete ensayos que desentrañan el mundo de la certeza -o la certeza del
mundo- desde la visión nítida y luminosa de una medievalista, vaya, una
especialista en esa época que seguimos empeñados en considerar ominosa y
oscura. Porque, como ella misma dice, “lo difícil es (…) acostumbrarnos a no
colgarles a las cosas nuestras ideas sobre ellas”.
Ruth Miguel es filóloga, y poeta,
y persona vital y enredosa, además de profesora de la UIB, y nos propone mirar
los cuerpos para mirar la vida. Es la suya una visión que despliega su bagaje
filológico, como arqueológico; y que se explica también desde la antropología,
por qué no.
Su lectura me ha descolocado, me
ha resituado, me ha cuestionado, desde su búsqueda de certezas para llegar a la
nada. Esa terra incognita del mundo
medieval por el que nos atraviesa antes y después esta mujer de saber
enciclopédico a la que he acudido pasando antes por su hacer poético. Con La muerte y los hermanos que Rialp le
publicó obtuvo un accésit al Premio Adonáis 2011. Su infancia y el advenimiento
al mundo que ya entonces se deja ver como una herida en descripciones a manera
fotográfica que desvelan esa necesidad de mirar para ver más abajo -valga por
más dentro-. Porque “cruzar el mundo es más fácil / que entender se tarda
menos”. Hay que leerlo como lo que son, dos versos, antes de que se complique
al intentar, volviendo a los ensayos de Unos
cuerpos, seguir un discurso lineal para intentar desentrañarlo.
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Mamá, 1999 / Louise Bourgeois |
Va a ser que no es posible, y a
la manera de Ramón Andrés en su Pensar y
no caer o de Estrella de Diego en su Travesías
por la incertidumbre, nos conduce Ruth Miguel a la búsqueda de una certeza
inexistente sobre el cuerpo, la mujer, el símbolo y su validez. El hijo ajeno nos hace repensar los
mitos y -quizás lo más llamativo- cómo el asco a modo de gesto universal
resitúa a la mujer en el mundo y en la plasmación que el mito ha hecho de ella.
Así que Una habitación propia que nos
suena tan cercano, y deseable, y feminista, nos cuenta de la reclusión femenina
medieval voluntaria, en la búsqueda de sentirse útiles y saberse queridas, como
“la forma más verdadera y más estúpida de tener una habitación propia”. Ansia
de soledad de la que parece que no debemos hablar. Solo que -jaja- llega Mi corazón es una araña y se nos
desmonta esa araña tejedora a manera del mito de Aracne como hemos inventado e
imaginado que fue siempre, para que los Hilos
que teje Chantal Maillard o la araña como madre a que nos invita Louise
Bourgeois se anule. Ay las certezas. Dioses nuevos escondiendo a los viejos
para contar la historia a manera y semejanza del momento. ¡Qué fastidio romper
mitos! Y eso es lo que hace Miguel. Pero déjame decirte que Louise Bourgeois sí
tenía razón: su madre la devoraba.
El cuerpo como narración transita
entre el amor y la historia, que “es como el amor porque ambas son el arte de
mirar con atención los cuerpos” que, con la memoria, se permite reelaborar las
narraciones de la historia. El cuerpo, la infancia, la maternidad y la
civilización que viene Ruth a decir y hacernos ver lo que aprieta y pesa.
Creo que le hubiera propuesto abrir su libro con la última de sus propuestas, un paseo por el interior de la iglesia prerrománica burgalesa de Quintanilla de las Viñas para definir que no hay certeza, no, pero la erudición permite desentrañar, entender, interpretar, y eso es lo que hace Ruth Miguel ofreciéndonos una propuesta de lectura que podría ser anotada, pero que permite la ligereza de una mecedora.
Creo que le hubiera propuesto abrir su libro con la última de sus propuestas, un paseo por el interior de la iglesia prerrománica burgalesa de Quintanilla de las Viñas para definir que no hay certeza, no, pero la erudición permite desentrañar, entender, interpretar, y eso es lo que hace Ruth Miguel ofreciéndonos una propuesta de lectura que podría ser anotada, pero que permite la ligereza de una mecedora.
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Publicado en Bellver, suplemento cultural de Diario de Mallorca,
18 de octubre de 2018
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