Tomo prestado el título para este cuaderno del libro de Federico Hernández de Goncer (Palma, 1948), cuyo subtítulo es espléndidamente expresivo de qué quiero yo hacer en este periplo: Fantasía biográfica de la isla de Mallorca. Una isla, como una vida, se construye día a día, y la nuestra está viva y plena de vivencias actuales y remotas: visitantes ilustres, residentes con cosas que decir y que mostrar, homenajes a quienes fueron y estuvieron, huellas en la isla, muchas todavía frescas, y manifestaciones artísticas de variados signos...


sábado, 23 de mayo de 2020

¿París, música, vida?




La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie / Antonio Tocornal
XXII Premio de novela «Vargas Llosa»2017
Murcia: Aguaclara, Universidad de Murcia, 2018


 
De repente, he necesitado volver aquí. No a cualquier otro de mis refugios de escritura. Hace bastante más de un año que no sentía la necesidad de incorporar una entrada. Y sin embargo, la lectura del libro de Antonio Tocornal me ha impelido. Su punto de fuga tiene mucho que ver con !Hay una isla en mi vida!, esa Fantasía biográfica de la isla de Mallorca que, ahijada de Hernández de Goncer, pone título a mi pequeña cajita de pandora.

La noche en que pude habervisto tocar a Dizzy Gillespie es el largo título de la obra ganadora en la edición de 2017 del premio de novela"Vargas Llosa" que convocan la Universidad de Murcia, la fundación Caja Mediterráneo y su Cátedra Vargas Llosa, un certamen con prestigio del que puedo confesar me he sentido tentada en alguna ocasión. El acercamiento al libro no provenía tanto del resultado del galardón como de las concomitancias con el supuesto contenido de la obra.

Antonio Tocornal es un escritor gaditano que hace un tiempo ha recalado en el noreste de Mallorca, esta isla que puede ser tanto retorno como anclaje, desde donde ha dado a la imprenta algunas de sus últimas publicaciones, entre ellas esta novela que narra los recuerdos de una larga estancia en París. En realidad, los recuerdos de un tiempo de vida que puede mirar ya con distancia. Treinta años permiten novelar la perspectiva, como permiten también hacer escritura de una etapa en la vida. Porque lo importante no es la peripecia parisina sino el transcurso de una juventud en que uno sabe ya de qué huye y todavía no cuál va a ser su anclaje.

Del arte y la bohemia que llevó al autor a París transita esta obra por la música del jazz clásico que con Dizzy Gillespie da estructura a la narración hasta el flamenco de Camarón que lo retrotrae a sus raíces. Si Camarón es infancia y el jazz afroamericano es la juventud (más que no París), en sonidos pinta Antonio Tocornal el reconocimiento de su encuentro consigo mismo tras la huida de Cádiz, pasando de Sevilla a París, donde los distintos personajes con que se relaciona sirven de hilo conductor a unas memorias que, en realidad, muestran un recorrido vital y sentimental; un enfrentamiento a la vida narrada en forma de recuerdo. Perfila los personajes estrambóticos que seguro se encontró con afecto y mucha comprensión, y hace entrañable hasta su relación con el sexo y la querencia de libertad que se respiraba en los años ochenta de nuestra juventud, que la mía coincidió con la del autor, y no sé si esa concordancia es un punto sólo a favor de mi lectura o esa identificación con su escritura podría generalizarse.