La noche en que pude haber visto tocar a
Dizzy Gillespie / Antonio Tocornal
XXII Premio de novela «Vargas Llosa»2017
Murcia: Aguaclara, Universidad de Murcia, 2018
De repente, he necesitado
volver aquí. No a cualquier otro de mis refugios de escritura. Hace bastante
más de un año que no sentía la necesidad de incorporar una entrada. Y sin
embargo, la lectura del libro de Antonio Tocornal me ha impelido. Su punto de fuga
tiene mucho que ver con !Hay una isla en mi vida!, esa Fantasía
biográfica de la isla de Mallorca que, ahijada de Hernández de Goncer, pone
título a mi pequeña cajita de pandora.
La noche en que pude habervisto tocar a Dizzy Gillespie es el largo
título de la obra ganadora en la edición de 2017 del premio de novela"Vargas Llosa" que convocan la Universidad de Murcia, la fundación
Caja Mediterráneo y su Cátedra Vargas Llosa, un certamen con prestigio del que
puedo confesar me he sentido tentada en alguna ocasión. El acercamiento al
libro no provenía tanto del resultado del galardón como de las concomitancias
con el supuesto contenido de la obra.
Antonio Tocornal es un
escritor gaditano que hace un tiempo ha recalado en el noreste de Mallorca, esta
isla que puede ser tanto retorno como anclaje, desde donde ha dado a la
imprenta algunas de sus últimas publicaciones, entre ellas esta novela que
narra los recuerdos de una larga estancia en París. En realidad, los recuerdos
de un tiempo de vida que puede mirar ya con distancia. Treinta años permiten
novelar la perspectiva, como permiten también hacer escritura de una etapa en
la vida. Porque lo importante no es la peripecia parisina sino el transcurso de
una juventud en que uno sabe ya de qué huye y todavía no cuál va a ser su
anclaje.
Del arte y la bohemia que
llevó al autor a París transita esta obra por la música del jazz clásico que
con Dizzy Gillespie da estructura a la narración hasta el flamenco de Camarón
que lo retrotrae a sus raíces. Si Camarón es infancia y el jazz afroamericano
es la juventud (más que no París), en sonidos pinta Antonio Tocornal el reconocimiento
de su encuentro consigo mismo tras la huida de Cádiz, pasando de Sevilla a
París, donde los distintos personajes con que se relaciona sirven de hilo
conductor a unas memorias que, en realidad, muestran un recorrido vital y
sentimental; un enfrentamiento a la vida narrada en forma de recuerdo. Perfila
los personajes estrambóticos que seguro se encontró con afecto y mucha
comprensión, y hace entrañable hasta su relación con el sexo y la querencia de
libertad que se respiraba en los años ochenta de nuestra juventud, que la mía
coincidió con la del autor, y no sé si esa concordancia es un punto sólo a
favor de mi lectura o esa identificación con su escritura podría generalizarse.