Temps d’innocència / Carme Riera
Barcelona:
Edicions 62, 2013
Solsticio / José Carlos
Llop
Barcelona:
RBA, 2013
Han coincidido, quizá
es una casualidad más de la vida. La infancia como tema. A mis lecturas debo
añadir otra publicación reciente: Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes, de Llucia Ramis. Qué fue de
aquellos veranos eternos, aquellos que desaparecieron de nuestras vidas. Nos
hicimos mayores. Todavía no la he leído.
Solsticio, aunque se refiera al mes de agosto y no al momento
astronómico, es también un largo verano, no me atrevo a decir eterno. Todo un
mes, que en un niño da para mucho, por más que los veranos de nuestras
infancias transcurrieran mucho más allá del mes de agosto. La excepcionalidad
de la vida encerrada en un mes del año. Mientras duró. Con todo su significado
en la vida.
Temps d’innocència no me parece tan logrado. Es un libro lleno de
estampas y de escenas que me ha encantando rememorar –increíble que viviendo
casi una década después tantas cosas siguieran siendo iguales-. Lo he
disfrutado mucho, porque todo el tiempo me llevaba a momentos y lugares que
casi han desaparecido o están perdiendo su esencia. No tengo claro, sin
embargo, si un lector a quien no agudice la memoria lo disfrutará igual o lo
percibirá algo irregular.
Sé que no soy original
al extraer la cita que marqué enseguida de iniciada la lectura de Solsticio –justo llegando a la página
14- y que ya se ha publicado en más de una reseña; un café en la misma librería
y hala, primera marca:
«Al fin y al cabo, cuando el paraíso desaparece, siempre aparece la literatura».
Este libro es la
narración de un paraíso en manos de un poeta. Este libro es la plasmación de
aquello que impregna la vida de un poeta. El reconocimiento de su pasta, de la
sustancia que le llena y que le ha dado forma. Su paisaje: «un fragmento
africano en el Mediterráneo»; y su concepto de insularidad, de habitante de una
isla:
«La escritura es otra forma de destierro, una manera de vivir el destino del transterrado. La isla es su paradoja, porque de una isla nunca se escapa uno si es nativo; ni lejos, ni cerca.»
Esos veranos no
hicieron escritor a José Carlos Llop; esos veranos marcaron una conciencia de
territorio, de pertenencia, de estilo de vida. El ha añadido después su
escritura como «un modo de entender la vida y, sobre todo, de vivirla.»
Un placer de lectura,
aún a pesar de que el paisaje de mi infancia no fuera el mismo. Da para tanto
una isla…