Tomo prestado el título para este cuaderno del libro de Federico Hernández de Goncer (Palma, 1948), cuyo subtítulo es espléndidamente expresivo de qué quiero yo hacer en este periplo: Fantasía biográfica de la isla de Mallorca. Una isla, como una vida, se construye día a día, y la nuestra está viva y plena de vivencias actuales y remotas: visitantes ilustres, residentes con cosas que decir y que mostrar, homenajes a quienes fueron y estuvieron, huellas en la isla, muchas todavía frescas, y manifestaciones artísticas de variados signos...


sábado, 1 de diciembre de 2018

¡Cuánta realidad!


El arqueólogo / Román Piña Valls
La Coruña: Ediciones del Viento, 2018


Cicciano, Claudio Bersani, su familia y su entorno son los lugares y personajes de la novela que acaba de presentar el humanista clásico Román Piña Valls, a quien conocemos por alguna de sus tres facetas: la de pertinaz profesor de lenguas clásicas, la de escritor o la de editor.

Qué necesaria aunque desagradable la reivindicación de la Filología con mayúsculas desde el aprendizaje del griego y el latín que consideraríamos más si fuéramos capaces de valorar nuestros orígenes y nuestra capacidad de reinvención cíclica; un haber prolífico de títulos en que ha venido desplegando su ingenio con diferentes fortunas y galardones varios; y su labor de editor desde la que está dando cabida a interesantes textos tanto de narrativa, poesía como ensayo en un mundo en el que pocos arriesgan por nuevos autores; todo ello se intercala de alguna forma en este texto, que además cuenta -aunque no sea novedad en la lista de títulos del autor- con la implicación de un editor de reconocido mérito. El Arqueólogo ha salido a la calle volando “al Viento” desde La Coruña por una de esas editoriales que se desvelan por lo que hacen y consiguen prestigio con ello.

Claudio Bersani es un catedrático universitario de una especialidad relevante: la arqueología, como lo podría ser de cualquiera que nos queramos imaginar. Es un profesor global en un mundo globalizado de nuestro entorno occidental: Cicciano podría ser Puigpunyent, como Esporles. Porque Cicciano, el pueblecito dormitorio de la región italiana de Campania podría asimilarse a pueblos dormitorio de ciudades de mediana población como Palma o Nápoles.

Desde ese entorno Román Piña despliega una prosa muy ágil, algo entrecortada como a veces es la vida, en que muestra todas las capas y facetas del personaje y da entrada -de forma un poco abrumadora a momentos- a tantas situaciones de la vida completamente real que vive el protagonista.

Necesitamos que nos relaten así la vida tal vez para conseguir entenderla, tal vez para captarla, tal vez para ser capaces de verla. La vida que narra Piña es la que vivimos, y ¿nos gusta vivirla así? Si acaso queremos hacernos esta reflexión, como lectores, necesitamos que haya quien la plasme. Pura realidad. Creo yo que la novela ayuda a entender aquello que es nuestro propio entorno, ya sea en el momento en que se vive como cuando signifique una mirada al pasado. Y esta novela está plagada de ello. De nuestra existencia fragmentaria, o de la presencia continua de fragmentos: esas idas y venidas de nietos e hijos, la emigración tan presente, la novela como construcción menor de la vida, esos perros molestos del vecino, esa inoportuna ocupación ilegal del terreno colindante; esas situaciones que pueden acabar, desde la propia realidad, como si leyéramos una novela negra: con su resolución necesaria.
Inteligente el uso de la ironía que viene siendo marca característica del autor, en esta ocasión con un uso comedido y dejando que sea el final el que la aporte toda, así, de repente, como quien no quiere la cosa. ¡Cuánta realidad!
Publicado en Bellver, suplemento de Diario de Mallorca, 
el 22 de noviembre de 2018

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