Tomo prestado el título para este cuaderno del libro de Federico Hernández de Goncer (Palma, 1948), cuyo subtítulo es espléndidamente expresivo de qué quiero yo hacer en este periplo: Fantasía biográfica de la isla de Mallorca. Una isla, como una vida, se construye día a día, y la nuestra está viva y plena de vivencias actuales y remotas: visitantes ilustres, residentes con cosas que decir y que mostrar, homenajes a quienes fueron y estuvieron, huellas en la isla, muchas todavía frescas, y manifestaciones artísticas de variados signos...


sábado, 25 de junio de 2011

Cuando un paseo por la ciudad incluye el recorrido por la vanguardia pictórica alemana


Willi Baumeister. Pinturas y dibujos

Museu Fundación Juan March, Palma de Mallorca


En la ciudad de Palma, la calle de Sant Miquel es una de las más comerciales, y desde luego de las más transitadas. Sería por la lluvia –y el riesgo de grandes precipitaciones que auguraba la alerta amarilla- por lo que la jornada de inauguración de la muestra de Willi Baumeister no se atravesaba esta vía peatonal con facilidad.

Y es que el Museu Fundación Juan March ocupa un espléndido casal de esta calle. En la segunda planta, atravesadas –o no- las salas de su espléndida colección de arte contemporáneo español, se acaba de inaugurar una exposición generosa de obras del alemán Willi Baumeister. Algo así como una retrospectiva concentrada. Cincuenta pinturas y veinticinco dibujos además de material documental que muestra su especial relación con España: la realización de la escenografía para el estreno de El amor brujo de Manuel de Falla en Stuttgart. Corría 1947.

La internacionalización del verano palmesano

Willi Baumeister (Stuttgart, 1889-1955) es una de las figuras más relevantes de las vanguardias históricas en Alemania, que precisamente por su fortaleza creativa sufrió el rechazo que el nacionalsocialismo le impuso. A pesar de los altibajos que el fascismo y la guerra impusieron a su labor pedagógica, su obra pictórica mantiene una gran coherencia en su desarrollo a la altura de los mejores.

Mantiene un curioso paralelismo con la evolución de Joan Miró, otro vanguardista relevante –al que mucho mejor conocemos por aquí- a través de cuya obra se puede realizar un recorrido por las vanguardias del siglo. De Willi Baumeister comienza la exposición con un impresionante óleo –Casa con árboles en Amden- de 1913 que se hermana con el primer abstracto que acababa de presentar Kandinsky. Desde esta excelente abstracción lírica de un paisaje, la exposición transita por su obra en virtud de similitudes formales, mostrando así el desarrollo formal que le acerca al constructivismo de Malevich, al cubismo de un Braque o un Picasso o al surrealismo de Miró en sus pinturas salvajes.

Para finalmente permanecer en la abstracción desde la plasmación de temas más o menos dificultosamente reconocibles como sus representaciones de deportes o del juego del ajedrez. Baumeister se explica señalando que el término pintura abstracta “resulta bastante discutible”: “Todo esto está mucho más próximo a la naturaleza de lo que normalmente se cree. (…) Cuanto más ingenua sea la mirada, más rápidamente dará con el punto de vista apropiado y justo. No hay que preguntar qué es lo que ha querido conseguir el artista, sino que hay que partir de lo que se ve”.

Porque otro de los aciertos de esta exposición es la inclusión en el catálogo –en la muestra se pueden leer algunas citas en las paredes- de importantes textos del autor que no resultaban de fácil acceso. También se ofrecen análisis sobre sus puntos de contacto con Suiza, Italia y España. Estos serán los enclaves en que recalará esta exposición, que se muestra en Palma hasta el mes de diciembre (siendo la única de las sedes de la Fundación Juan March que la exhibirá), para viajar después al Kunstmuseum Winterthur suizo y al MART Museo di arte moderna e contemporanea di Trento e Rovereto en Italia.

viernes, 18 de febrero de 2011

¡Va de cine! Villaronga, mallorquín


No hay como tener un gran éxito para que los políticos se acuerden de uno.

¡Qué decir del exitazo de Agustí Villaronga en la Gala de los Goya! Su película Pa negre, arrolladora.

El día siguiente se acordaban todas las instituciones baleares de que el gran triunfador de los galardones cinematográficos era ¡mallorquín!

Para recordarlo, difundirlo, homenajearle y pretender apuntarse un tanto, ¡menudo reparto de publicidad!

¿Qué sentido tiene ahora eso? ¿Es que el Govern tiene todo el dinero que se está gastando en publicidad para apoyar al cine? Entonces, ¿por qué no lo dedica a eso en lugar de tirarlo en su beneficio directo? Pareciérame que se acercan elecciones.

Maneras: proponer una subvención para el próximo proyecto del director. O simplemente hacer efectivas las ayudas prometidas. Lo que pudiera parecer insólito, después de la foto de concesión de una ayuda, cuando el proyecto se ha puesto en marcha, una simple carta puede anunciar que el dinero no será posible, que los nuevos presupuestos de los que iba a salir, no lo admiten. No me lo invento.

Eso sí, si una vez hecho el trabajo se obtiene el triunfo, entonces: ¡todos a una! A carro vencedor es fácil apuntarse.

Me alegro mucho del gran triunfo obtenido por el trabajo de Agustí Villaronga. Que sea mallorquín, es una anécdota.

martes, 1 de febrero de 2011

Litigio absurdo




Que Chopin y George Sand estuvieron en Mallorca es cosa sabida sobre la que no hay duda. Que llegaron al puerto de Palma el 8 de noviembre de 1838 tampoco plantea dudas. De que tras ocho días en Palma, en un hostal de la calle del Mar, pasaron los siguientes treinta en la espléndida casa de Son Vent situada en lo alto de una colina de Establiments, de eso ya no queda demasiada memoria. Pero de la estancia de 56 días en Valldemossa, hospedados en la Cartuja recién desamortizada, esto también se recuerda.


Allí estuvieron entre el 15 de diciembre y el 11 de febrero de 1839, dos días antes de embarcar hacia Barcelona destino Marsella, donde acabarían el invierno antes de instalarse en la casa familiar de George Sand en la localidad francesa de Nohant.



De lo que tenemos claro recuerdo ahora es de una parte de la estancia, la que se ha sabido potenciar, en Valldemossa, desde la creación de los museos y el sonido de los festivales Chopin. Todo empezó en los años treinta del siglo pasado, casi uno después del viaje. Porque un poco antes, sesenta años después de la visita, esa huella se había perdido. Así lo testimonia Gaston Vuillier, quien en su libro Viaje a las Islas Baleares, publicado originalmente en 1893, decía así:

“Allí pasaron todo un invierno [en la cartuja abandonada], y el recuerdo de sus grandes figuras ni siquiera se ha conservado en Valldemossa.

En vano pedí ver las celdas que ellos habían ocupado: nadie pudo informarme; nadie, ni siquiera entre los más ancianos del lugar, recordaba haberlos visto. (…) Más tarde, supe que el piano del armonioso y dulce compositor todavía se encontraba en casa de un habitante de Palma, que lo conserva religiosamente.”
Viaje a las Islas Baleares / Gaston Vuillier. Palma: Olañeta, 2000, pág. 69.


No soy original en la cita. Esta, junto a muchas otras, constan en la sentencia de 31 de enero de 2011, magníficamente documentada, del Juzgado de lo Mercantil número 2 de Palma que firma la juez Catalina Munar. Aunque todavía recurrible, puede ser el principio del final de una historia que, a pesar de George Sand y Chopin, o en el supuesto rescate de su memoria, ha enfrentado a dos familias. La una, con toda la visibilidad mediática y una gran proyección concertística además de apoyo institucional, frente a la otra, que ahora ha visto reconocido y autentificado su gran patrimonio chopiniano.

Juntas, ambas familias, tienen la posibilidad de seguir fomentando el homenaje al invierno de Chopin y George Sand en Mallorca. En litigio, poco será lo que consigan.

La celda definitivamente reconocida, el piano de la casa francesa Pleyel que llegó a las manos del músico en las últimas semanas de su estancia, los documentos que la avalan y estudian, como los asientos contables de la Banca Canut que dio soporte financiero a los viajeros, se complementa con los documentos y objetos que la pasión por la historia de creación y amor que se había vivido en su entorno generó en Aina M. Boutroux, quien así inició el germen de la casa-museo a la memoria de la pareja en la que fuera su propia residencia, una celda cartojiana que siempre creyó habitada por la escritora y el músico.

miércoles, 19 de enero de 2011

Una vida sumergida












En la ciudad sumergida / José Carlos Llop

Barcelona: RBA, 2010



Al imaginar y abrir este lugar a mis reflexiones pensaba especialmente en dar entrada y cabida a escritos sobre Palma como el que tengo entre las manos. Cuántos los autores locales y cuántos los foráneos. A unos los llamaré memorias y a los otros libros de viaje. José Carlos Llop, él mismo entregado en un callejear por Venecia al proceso que puede llevarle a la escritura de su propio libro de viajes (“al tomar notas luego en el hotel para escribirla”), reflexiona a la par sobre la conveniencia de ser lugareño para dar fidelidad y fiabilidad a lo escrito:

“Pero la ciudad es de los que viven en ella –para ellos es, con los demás coquetea, ignora o desprecia- y su verdadera literatura, como en el caso de Pamuk, la generan quienes la habitan porque nacieron en ella: como una excrecencia fatal y como una alegría insoslayable. (…) ¿De dónde sale el derecho a usurpar el destino de otros –y la ciudad natal es destino o no es? ¿No es por ese vacío de derecho, y la distorsión que genera, por lo que nunca nos parece bien un libro sobre cualquier aspecto de nuestra ciudad cuando está escrito por alguien que no es –viva o no en ella- de nuestra ciudad? ¿Sin el sufrimiento que implica el nacimiento se conoce la ciudad como para escribirla? ¿No es ese sufrimiento el complemento de la belleza para que baste, aunque no sola?” pp.317-318.

Ambos libros coexisten, en realidad, y ambos pueden ser excelentes. Si espléndida es la visión de un autor sobre su ciudad y su mundo, espléndida puede ser –depende de la calidad del autor- su visión de un entorno foráneo. En ese caso será un libro de viaje, no necesariamente una guía –que tampoco tiene por qué ser turística-. O sí, todos podemos ser turistas, todos lo somos alguna vez, en algún momento.

Ello sin desmerecer la profundidad que un nativo puede alcanzar. Así el logro de Llop en su acercamiento a Palma, a su Palma, porque nos adentra en un mundo muy personal a través del que conoceremos Palma, su ciudad, y como tal la reconoceremos, sumergida. Aunque no nos guste. O nos llene de melancolía.

Un placer recorrer su lectura sintiéndome reconocida o lejana de cada uno de sus momentos. Llegué tarde a Gomila, no por la diferencia de edad, que en realidad es muy poca, sino por vivir esa época de mi vida fuera y lejos de estos enclaves. Aunque reconozco perfectamente otros momentos y lugares.

Porque quizá sea ese uno de los placeres del libro. El reflejo de su Palma, la del autor, pero también de la del lector, la mía, la de todos. Porque ahí está, y una ciudad será siempre la de cada uno y sus vivencias. José Carlos Llop no ha hecho sino compartir la suya, en una descripción de ahora o del pasado que somos muchos los que compartimos, reconocemos, disfrutamos o rememoramos con –eso sí- distinta nostalgia.

Llop ha hecho un libro de memorias de la ciudad donde las ha vivido, sus vivencias. Porque un día –que todo llega- miras atrás y te das cuenta de que aquello que fue, aquel lugar que lo acompañó, han desaparecido, sumergidos o no, en el pasado que fue y nunca volverá. Porque no volverá nuestra vida. En la ciudad sumergida es el fruto de la formación de un escritor, y el reflejo de su estado presente, vivo y real para seguir desgranando su propia escritura. Para seguir siendo. En Palma.

viernes, 7 de enero de 2011

Reflexión en voz alta







De qué hablo cuando hablo de correr / Haruki Murakami


Barcelona: Tusquets, 2010 (2007, versión original)



Leer a Haruki Murakami es un placer. Independientemente del tema que desarrolle, es un escritor de discurso fluido y cercano, de gran naturalidad. Que en estas memorias explica cómo, para él, la escritura es un acto difícil y lento. Y sin embargo consigue una gran cercanía al lector gracias a su conseguida naturalidad. He dicho memorias y sé que al autor esa palabra le rechina. Aunque no falte a la verdad.

De qué hablo cuando hablo de correr, homenaje reconocido desde el mismo título a su apreciado Raymond Carver, es una reflexión en voz alta sobre su existencia; la del corredor y la del novelista, o lo que es lo mismo, la del hombre que a partir de su impresionante tesón como atleta fortalece su condición de novelista, contrarrestando las horas de quietud que le exige la escritura.

El libro es toda una declaración de principios y la sentida confesión de la posición ante la vida de un escritor que en sus novelas plasma con llaneza una visión del mundo japonés muy cercana y fácil de entender para nosotros los occidentales, su principal fuente de lectores.

Es un ser extraordinario, que no duda en manifestar su lejanía del mundo; es un ser fuera de contexto –poco apreciado en su país de origen- y con un tremendo éxito fuera. ¡También existe la vida actual japonesa!, parece que necesitábamos oír. Sus libros son expresión de un mundo oriental muy muy occidentalizado y modernizado. Es quizá el primero que nos llega que no insiste en potenciar el orientalismo de moda. Contacta tanto y con tanta facilidad con el lector occidental que nos resulta sorprendente.

Él se siente fuera de lugar. Porque yo creo que lo está. Y de ello podemos dar gracias los lectores. Por dejarnos leer su visión del mundo. En el libro comentado la propia, porque pese a su timidez, desnuda sus sentimientos con franqueza y confianza. Lo que se agradece mucho.